El Sol de la Verdad ha aparecido para iluminar la tierra entera, y para espiritualizar a la comunidad del hombre. Por esta razón todos los seres humanos deben apoyarse firmemente unos en otros y buscar la vida sempiterna; y por este motivo, los amantes de Dios, en este mundo contingente, deben llegar a ser las mercedes y las bendiciones enviadas por aquel Rey clemente de los reinos visible e invisibles. No consideren a nadie como a un enemigo, o como deseoso de su mal, sino piensen que toda la humanidad es como sus amigos, contemplando al forastero como a un allegado, al extraño como a un compañero, permaneciendo libres de todo prejuicio, sin hacer distinciones. La negra noche del odio ha prevalecido, y la luz de la buena fe ha sido eclipsada. Los pueblos y linajes de la tierra han aguzado sus garras y se arrojan unos contra otros. Son miles las familias que deambulas desposeídas, y cada año se ven miles y miles de seres humanos retorciéndose en su propia sangre en polvorientos campos de batalla. El amor y la rectitud son censurados por doquier, mientras se desprecia la armonía y la devoción a la verdad. Por tanto, oh vosotros quienes sois los amantes de Dios, conoced la valía de este preciosa Fe, obedeced sus enseñanzas, caminad por este sendero de recto trazado y enseñad este camino a la gente. Alzad vuestra voz y entonad el canto del Reino.
Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables. Pero el angelito, espantado, forcejeaba al acariciarlo la aporreado mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos. Una vela chica, temblorosa en el horizonte, imitadora, en su pequeñez y aislamiento, de mi edad irremediable, melodía monótona de la inquietud, todo eso que piensa por mí, o yo por ello -ya que en la grandeza de la circunloquio el yo presto se pierde-; piensa, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones. Tales pensamientos, no obstante, ya salgan de mí, ya surjan de las cosas, presto cobran demasiada intensidad. La energía en el placer crea malestar y sufrimiento positivo.
Hubo algo así como un regocijo en el aire que se extendió por todo el azul del cielo, cubrió los montes y se fue derramando hasta penetrar la tierra. Resultó una casualidad que alguien, tal vez una vecina, me hablara de ese pueblo. El nombre de la población agradó a mi oído y me prometí tomar el viejo automóvil y visitarlo. No obstante, mi decisión quedó confundida por la terrible pasividad que me agobiaba. Llegué al medio día. Recorrí la población entera. Desde que tuve memoria me asustaron la ciudad y sus gritos.