Ahora bien, en el mundo hay muchas clases de creyentes, y entre ellos hay quienes pueden considerar angustioso, desagradable o incluso ofensivo que alguien hable sobre Dios sin dar por hecho o, al menos, sin llegar a concluir su existencia. Iré intercalando fragmentos del mensaje con mis réplicas. Primera parte: Carlos y Pablo no existen. Simplemente es, no necesitó de un autor. Han transitado trillones de combinaciones posibles hasta tener un sentido para un lector. Inclusive, la foto de Carlos se formó por un caos de pixeles y —oh, casualidad- nos da la ilusión de que es un rostro humano con anteojos y camisa.
Entre las naciones mejor gobernadas estaba bastante en uso el beber a eficacia hasta la embriaguez. Yo he oreja decir a Silvio, excelente médico de París, que para hacer que las fuerzas de nuestro estómago no se dejen ganar por la pereza, es conveniente, siquiera una vez al mes, despertarlas por este exceso de alcohol, y excitarlas para evitar que se adormezcan. Pero esa persona se colocaba en mala disposición: es preciso huir la delicadeza y el cuidado apetitoso en la elección del vino, porque si el origen del placer reside en beberlo excelente, os veréis obligados a soportar el dolor de beberlo malo alguna vez. El placer que debemos reservarnos en el transcurso de nuestra vida exige que concedamos máximo tiempo a la bebida, hasta el punto de que, como los muchachos de las tiendas y las gentes que ejercen un trabajo manual, no rechacemos ninguna ocasión de empinar el codo y tengamos constantemente vivo en la imaginación el deseo de hacerlo.